La serie internacional Manuals of Romance Linguistics persigue, desde 2014, el fin de ofrecer una visión amplia, ordenada y actualizada de la investigación lingüística en el ámbito de los estudios románicos. El volumen 31, editado por Guido Mensching y Frank Savelsberg, complementa esta serie con la presentación del amplio panorama que conforman las distintas lenguas romances habladas y escritas en las comunidades judías desde la Edad Media hasta la actualidad.
El debate terminológico (y metodológico) que lleva implícito su título, «Manual of Judaeo-Romance Linguistics and Philology», se pone de relieve en la Introducción del manual; allí se explicita que con Judaeo-Romance se hace referencia a ‘romance language or variety spoken and/or written by the Jews’ (p. 2), lo que significa que, por lo que respecta a la Edad Media, se refiere principalmente a textos en caracteres hebreos, mientras que, en otros contextos, como con el judeoespañol, la tarea del investigador consiste más bien en representar y analizar un sistema lingüístico (p. 2).
De esta manera, el criterio sobre el que se articula la división del manual son los tres periodos clave en la historia de las lenguas judeorromances: mientras que la parte I (caps. 1-8) se centra en los textos romances escritos por judíos durante la Edad Media, cuya particularidad reside el uso de caracteres hebreos, en la parte II (caps. 9-12), que abarca desde el siglo xvi hasta nuestros días, la consideración de lengua «judeorromance» atiende a aspectos específicos del sistema lingüístico (fonología, morfología y sintaxis y léxico. Las variedades judeoespañolas de los siglos xx y xxi se tratan en la parte III (caps. 13-20), en la que se incluyen descripciones detalladas de su fonética, morfología, léxico y sintaxis, así como de su distribución geográfica y clasificación dialectológica.
El capítulo 1, «Medieval Jewish textual production in Romance», es el que tiene un carácter más general. Inaugura la primera parte atendiendo a la cuestión metodológica expuesta previamente: Aslanov se pregunta si el material textual en lenguas romances de judíos medievales representa un dialecto judío específico o si, por el contrario, dicho material pertenece a una lengua común escrita en letras hebreas. Así, el autor concluye que estos primeros testimonios no reflejan variedades lingüísticas judías diferenciadas, sino que son claramente reducibles a los dialectos romances coterritoriales (p. 27).
En este sentido, los capítulos de mayor interés son el 2, «Judaeo-Portuguese», y el 3, «Jewish texts in Old Castilian and Navarro-Aragonese», pues, más allá de incidir en la idea de que no pertenecen a ningún sistema lingüístico diferenciado, ofrecen una profundidad de análisis lingüístico propia del estudio filológico. Para el caso del portugués, Strolovitch comienza ofreciendo el contexto histórico de la situación de los judíos de lo que hoy denominamos Portugal y expone de manera sucinta las documentaciones más relevantes que constituyen el pequeño corpus del judeo-portugués peninsular medieval (pp. 44-49). Estas documentaciones se acompañan de imágenes donde el lector puede apreciar su factura gráfica y la localización del original. Asimismo, la subsección dedicada a las características lingüísticas ocupa un lugar destacado. En esta, el autor se centra en analizar los componentes hebreos (léxicos, morfosintácticos y ortográficos) que perviven en estos textos, así como las formas en que algunos de los cambios de sonido característicos del paso del latín al portugués se reflejan o no en la grafía hebrea del judeoportugués.
En lo que respecta a la península ibérica, en el capítulo 3, «Jewish texts in Old Castilian and Navarro-Aragonese», se pone de manifiesto que la situación de las juderías castellana, navarra y aragonesa es especialmente favorable, ya que la mayor parte de los textos judeorromances de la península ibérica están escritos en los dialectos iberorromances centrales (castellano y navarro-aragonés) (p. 79). Así, tras analizar la situación sociolingüística de los judíos en la Iberia cristiana, Minervini esboza un recorrido por las juderías medievales destacando sus rasgos distintivos: por un lado, el papel desempeñado por el hebreo y el árabe en el repertorio lingüístico de la comunidad y, por otro, el peso limitado del latín. A continuación, se enumeran y comentan las diferentes fuentes escritas de las que disponen los investigadores y se examinan las principales características lingüísticas a todos los niveles (fonológico, morfológico, sintáctico y léxico), prestando especial atención a las gráficas, que pueden afectar a la interpretación que hagamos de la realización fonética de la lengua. El capítulo cierra con una importante subsección que aborda uno de los principales problemas metodológicos de toda investigación diacrónica: la fiabilidad de las fuentes históricas.
El panorama de la península ibérica se completa con el capítulo 4, «Jewish texts in Old Catalan», donde se examinan las zonas donde el catalán fue la lengua y la cultura predominantes a partir del primer milenio d. C. (zona nororiental de la península e Islas Baleares, fundamentalmente). Pese a que la documentación de la que disponemos sobre estas áreas es muy fragmentaria (pp. 102-109), Argenter y Ferrer hacen un esfuerzo ímprobo por ordenarla y ofrecer una visión general de las prácticas de escritura en las comunidades (documentos transaccionales, firmas, últimas voluntades, textos aljamiados, etc.) y de las características sociolingüísticas del lenguaje cotidiano de estos judíos, explorando ámbitos más allá de lo filológico, como su contexto sociocultural y sus actitudes lingüísticas.
La evolución del occitano vernáculo de textos judíos desde la Narbona del siglo xii hasta la Francia posrevolucionaria se describe en el capítulo 5, «Jewish texts in Old Occitan». Tras algunas observaciones introductorias sobre la ortografía del occitano en escritura hebrea y las tradiciones y características específicas de la escritura hebreo-occitana, como la tendencia al arcaísmo, el capítulo se centra en las glosas en occitano en textos y glosarios hebreos medievales, así como en textos en occitano escritos en alfabeto hebreo. Aslanov concluye el capítulo con unos breves apuntes dedicados a manifestaciones posteriores de esa identidad lingüística judía en el contexto occitano de inicios de la Edad Moderna.
Siguiendo con las tradiciones lingüísticas judeorromances, son dos los capítulos articulados en torno al francés antiguo (y medio). En primer lugar, el capítulo 6 («Jewish texts in Oïl varieties: Old continental French»), de Zwink, presenta las propiedades fonológicas, morfológicas y léxicas de los textos en francés antiguo, en los que son muy frecuentes los elementos lingüísticos de concepción oral. De este modo, la investigadora ofrece varios ejemplos de textos de diferentes géneros (glosas y glosarios religiosos, así como textos profanos) y épocas, y analiza la variación lingüística diafásica y diatópica que se puede encontrar en los textos, en su mayoría procedentes de la zona dialectal lotharingiense. En segundo lugar, el capítulo póstumo de Trotter («Jewish texts in Oïl varieties: Anglo-Norman»), trata de ilustrar una variante geográfica del judeofrancés en la Inglaterra anglonormanda, a pesar de la escasez de evidencia textual (tan solo tres testimonios) y pese a que la posibilidad de determinar si es dialectalmente distinta es, en consecuencia, muy reducida.
Por su lado, el capítulo 8, «Old Italo-Romance Jewish texts», está dedicado a los textos judíos italorrománicos antiguos escritos en caracteres hebreos, empezando por las glosas marginales de un manuscrito de la Misná (s. xi) y el primer texto literario conocido, la Elegía para el 9 de Av (s. xiii-xiv). En el capítulo se incluyen secciones sobre las convenciones de escritura, la fonología, la morfología, la sintaxis y el léxico de la lengua italo-romance antigua utilizada en dichos textos, que se caracterizan por contener rasgos lingüísticos de dialectos del centro y sur de Italia (p. 202).
Superada la Edad Media, el manual se vuelca principalmente en aquellas variedades judías que sí se han consolidado como sistemas lingüísticos; esto es, el judeoespañol. Hay tan solo un capítulo que interrumpe los once capítulos restantes dedicados a dicha lengua, y es el capítulo 12, «Judaeo-Italian varieties in the modern era», que funciona como continuación del cap. 8: después de aportar información básica sobre la historia y distribución geográfica de las variedades judeo-italianas, Aprile se centra en la integración de numerosos hebraísmos en la morfología de las variedades habladas en el centro y norte de Italia; la discusión gira, así, en torno a la persistencia y/o adaptación de las formas flexivas y derivativas semíticas en las variedades judeo-italianas.
Por lo demás, los capítulos de la parte II abarcan estudios sobre el judeoespañol desde la expulsión de la península ibérica (s. xv) hasta el siglo xix. En este contexto, Pueyo Mena analiza, en «Sephardic Bible translations», dos tipos de traducciones bíblicas: por un lado, las realizadas en escritura latina, entre las que se encuentra el caso paradigmático de la Biblia de Ferrara (pp. 213-214), procedentes de Italia y Holanda; y por otro, las traducciones aljamiadas, en su mayoría procedentes del Imperio Otomano. De este modo, Pueyo Mena ahonda en la tradición bíblica oral y su proceso de transmisión a partir de las variantes existentes (tanto en el léxico como en el método de traducción) y esboza una perspectiva social, histórica y lingüística del público amplio y variado al que se dirigieron estas traducciones.
Seguidamente, en el capítulo 10, «Linguistic aspects of Ladino», el mismo investigador complementa esta panorámica con un exhaustivo análisis lingüístico del léxico (uso de arcaísmos, la creación léxica y reajuste semántico, los hebraísmos y la coherencia léxica de las traducciones), la morfología (mantenimiento de todas las categorías gramaticales hebreas, así como el reajuste del tiempo, el aspecto y el modo para adaptarse al sistema verbal hebreo bíblico) y la sintaxis, centrándose en la conservación del orden de las palabras y en la traducción de estructuras sintácticas específicas del hebreo al ladino. Este análisis desvela que los traductores ladinos hicieron todo lo posible por revelar en judeoespañol el texto hebreo original de la manera más fidedigna posible, llegando a recrear una cercanía lingüística tan intensa que terminó por sacralizar la propia traducción de los textos (p. 234).
Minervini, por su lado, analiza la formación y el desarrollo del judeoespañol durante la diáspora sefardí en el Imperio Otomano y el norte de África (cap. 11, «The formation and development of Judaeo-Spanish»), periodo en que la lengua funcionó como elemento central de la identidad colectiva sefardí (p. 267). El capítulo ofrece una visión general de los rasgos lingüísticos más importantes en fonología, morfología, sintaxis y léxico, y finaliza con algunas consideraciones acerca de las variedades del español (y del portugués) utilizadas por los judíos de Livorno, Ámsterdam, Hamburgo y otras ciudades de la diáspora sefardí occidental.
En la tercera y última parte del manual hay una presencia notable de la investigadora Quintana, que condensa en los capítulos decimotercero, decimoséptimo y decimoctavo lo que ampliamente hallamos en su privilegiado trabajo Geografía lingüística del judeoespañol (2006); así, en «Geographic distribution and varieties of Judaeo-Spanish» (cap. 13), tras algunas observaciones preliminares sobre la historia del judeoespañol y su vitalidad en la actualidad, Quintana se centra primero en el judeoespañol hablado en las comunidades del antiguo Imperio Otomano (judeoespañol oriental), y muestra cómo se puede dividir en tres variedades regionales basadas en varios parámetros fonológicos y morfo-sintácticos, así como en diferencias léxicas. En concreto, se presta especial atención a las variedades de judeo-español habladas en Bitola y Pristina, que han sido clasificadas en investigaciones anteriores como variedades mixtas que combinan judeoespañol y portugués. Luego, el capítulo discute el judeoespañol del Norte de África (Hakitía), identificando las características más importantes que lo distinguen del judeoespañol oriental.
Si lo que se desvela de este capítulo es que, a pesar del aparente polimorfismo del judeoespañol, se puede distiguir un continuo dialectal que integra tres dialectos regionales principales, lo que el capítulo 17, «Phonetics and Phonology of Judaeo-Spanish» subraya es que, aunque el judeoespañol muestra algunos de los rasgos fonéticos y fonológicos que caracterizan a las lenguas iberorromances, otros fenómenos atestiguan el desarrollo independiente de esta lengua sin contacto con el español. Esto no se debe tanto al desarrollo esperado de elementos heredados, sino más bien a la preservación de rasgos que ya no existen en español y al impacto del préstamo léxico de las lenguas de contacto en el sistema consonántico, lo que conduce al desarrollo de un diasistema fonológico independiente (p. 429). En esta misma línea, el capítulo 18, «The morphology of Judaeo-Spanish», afirma que el judeoespañol conserva todas las características morfológicas de la flexión nominal de las lenguas romances occidentales y coincide específicamente con la mayoría de los rasgos del español antiguo y del español peninsular moderno (p. 503).
Otro de los temas más prolijos en la bibliografía del judeoespañol es el proceso de modernización que vive del siglo xix en adelante. Así, en «Judaeo-Spanish literature» (cap. 14) se habla de la entrada de nuevos modelos literarios desde Occidente y de su impacto en la producción literaria sefardí, como se refleja en la aparición de nuevos temas de interés y la exploración de otros géneros y tradiciones textuales. En este sentido, García Moreno hace una valiosa aportación sobre la sintaxis del judeoespañol (cap. 19): dado que la sintaxis del judeoespañol ha estado muy determinada por las diferentes tradiciones textuales cultivadas en cada época (p. 507), se describen rasgos sintácticos según corresponden, por un lado, a ciertos tipos de géneros patrimoniales, y a nuevos géneros literarios adoptados (importados desde Occidente), por otro. En la misma línea, el sistema gráfico también experimenta un proceso de renovación durante los siglos xx y xxi que está relacionado con un amplio proceso de occidentalización, lo que lleva al abandono progresivo de la aljamía hebrea y su sustitución por caracteres latinos o incluso cirílicos (cap. 16, «Graphemics and standardization of Judaeo-Spanish»).
El resto de capítulos de esta tercera parte atienden al léxico (cap. 20) y a la lexicografía (cap. 15) del judeoespañol. Estos dotan al lector de material investigador muy estimable: no solo señalan deficiencias en los materiales lexicográficos de los que disponemos, sino que hacen hincapié en la importancia de añadir información histórica y etimológica en los diccionarios, ya que, en ausencia de esta, es fácil caer en una sincronía que, lejos de reflejar cambios semánticos, propone significados idénticos al español moderno (p. 393).
Como se desprende de todo lo dicho anteriormente, la aportación de este manual al conocimiento de las lenguas (judeo) romances es de máxima relevancia. Además de describir rigurosamente los rasgos lingüísticos que caracterizan a una y a otra, estos se documentan a través de numerosos testimonios textuales y análisis de corpus prácticamente inexplorados. Su aproximación metodológica a estas lenguas como variedades diferenciadas de las lenguas romances demuestra ser acertada a la vista de la organización que presenta el manual, así como de las anotaciones a este respecto a lo largo de toda la primera parte. Más aún, la relevancia de estos capítulos solo se puede entender a partir de la idiosincrasia e historia de las comunidades judías desde la Edad Media hasta la actualidad, lo que el manual ha sabido plasmar con cada una de las aportaciones científicas que lo componen. Con todo, a diferencia de otros manuales que se centran en el judeoespañol o en las mal llamadas “lenguas judías”, este manual abarca un amplio abanico de manifestaciones lingüísticas judías en el pasado y el presente del mundo de habla romance y ofrece descripciones fonéticas, morfológicas, sintácticas y léxicas ausentes en la mayoría de las panorámicas existentes.